Shakira en imágenes o del eterno retorno a 1998

Hace poco hice algo que se hace cada vez menos por estos días. Me senté una noche entera a ver videoclips. Simulando estar viendo Mtv y confiando más en mi instinto para elegir que en las recomendaciones algorítmicas de YouTube, pasé no sé cuánto tiempo viéndolos uno tras otro hasta que llegué a uno en particular: Nada (2018) de Shakira. El video me ratificó dos cosas: que el videoclip es un género audiovisual en decadencia y que la videografía de Shakira es espantosa. Y escojo la palabra “espantosa” con mucho cuidado y aquí voy a intentar argumentar por qué hay distintos niveles de espanto en su producción. Y no, no tiene nada que ver con que Shakira le haya vendido su alma al diablo.

Algo lindo (y quizás peligroso) de YouTube es que nos permite pasar al siguiente video si el que vemos no nos gusta y ver el que nos gusta tantas veces como queramos. Yo estaba a punto de pasar al siguiente video, pero un fotograma me atrapó: hacia el segundo catorce Shakira hace un gesto que metaforiza una ausencia: abre una nevera vacía. Esos pocos segundos del video fueron suficientes para darme cuenta que la misma escena ya la había visto en otro video de Shakira, solo que veinte años atrás. Y me preguntaba: ¿qué quiere hacer Shakira reproduciendo exactamente la misma imagen?

Tú (1998); Nada (2018)

Para responder mi pregunta, tuve que ver toda su videografía. Para mi sorpresa constaté que Shakira se repite. Mucho y en diferentes formas. Y en cada repetición hay algo nuevo y a la vez algo que pareciera querer volver al pasado, a una imagen originaria. Una de estas imágenes, por ejemplo, es la del agua. En escenografía, simulada o digitalizada, sumergida en las profundidades del Mediterráneo o del mar Caribe, Shakira tiene un aspecto fantasmático, y también es eso lo que quiero decir cuando digo que en en sus videos hay algo de espanto, el espíritu de las cosas pasadas de Dickens.

No creo (1999); Suerte (2001); Trap (2018)

Tus rutinas de piel y tus ganas de huir

Otro de los tropos visuales más frecuentes es la huida. A veces de la policía, como en Ciega sordomuda (1998) y a veces de maquillistas y peluqueros, como en Que me quedes tú (2002). A veces huidas semicómicas, como en Empire (2014), y a veces poéticas, como en No (2007). Muchas veces la pulsión de escapar no es tan explícita: Shakira no corre, pero parece atrapada: entre muros que la encierran, detrás de mallas metálicas o adentro de una jaula dorada, donde se lame las garras. Y solo una vez ha sido prisión su propio cuerpo, que quiere liberarse de las opresiones domésticas para, simplemente, comerse el barrio antes de irse a dormir.

Se quiere, se mata (1997); Loba (2009)

Mucho se podría decir del tratamiento del cuerpo en la videografía de Shakira. Es obvio que de él ha hecho un instrumento y una mercancía. Es cierto que es un cuerpo exhibido y sobresexualizado, muchas veces para ser visto por hombres, como queda registrado en muchos videos, pero también es un cuerpo solitario, salvaje, danzante, entrenado. A veces sucio, a veces totemizado. Un cuerpo expuesto y al mismo tiempo cubierto, semidesnudo a la vez que revestido (de velos, de brea, de un barniz dorado).

La tortura (2005); Perro fiel (2017)

Como una estatua de sal en un mausoleo de cristal

Shakira no nos dejará un gran legado iconográfico que estudiar. A lo mucho, valoraremos cada vez más algunos pocos videos suyos que miraremos con emoción, cariño y curiosidad semiológica. El resto es mucha croma malaprovechada, abuso de fórmulas comerciales y excesivo cameo de deportistas (de distintas ligas y disciplinas). Sin embargo, hay (al menos) dos elementos visuales que resaltan cuando se mira toda su producción audiovisual en retrospectiva. No podré escribir mucho sobre ellos, pero considérense rescatados aquí por un aficionado profeso. El primero es el pelo. O debo decir la peluca. Porque Shakira usa muchas y porque en ella el pelo es una máscara. Y la máscara es un leitmotif en su videografía. Con una melena rosada o con su propio pelo tinturado, Shakira crea personajes enmascarados, postizos, artificiales. En Ciega, sordomuda (1998), casi como una imagen que profetiza (el fantasma del futuro), la escena del camuflaje en la vitrina condensa todo el potencial estético de la máscara: Shakira rubia, ficticia, performática.

Pies descalzos, sueños blancos (1997); Hips Don’t Lie (2007)

El segundo elemento es el espejo, y un gusto por mirarse y multiplicarse. Si la peluca en Shakira es la mascarada, el espejo es el segundo grado de artificialidad. Una imagen de Shakira que nos hace creer que la Shakira “real” es la del reflejo y no la de carne y hueso.

Un poco de amor (1997); Chantaje (2017); Te dejo Madrid (2002); Las de la intuición (2007)

Pero también los espejos le sirven para mirar hacia atrás. Son retrovisores. Yo tengo la impresión de que en los videos de Shakira hay una mirada que contempla el pasado con añoranza, un eterno retorno a un lugar al que ya no se puede volver, una Shakira que ve una Shakira que ya no existe. La máscara que ya no se puede remover jamás. Viéndola verse en un espejo, en la pantalla también me parece ver algo de mí, quizás mi propio lugar mitológico, del que nunca estoy muy seguro cuándo dejé o si estuve allí, pero por el que siento un deseo imposible de volver. Y suena esa canción que dice que hoy es un día de aquellos en que miro hacia el cielo, tratando de descifrar el que estés. Y esa canción me gusta.

Ver la música: Breve repaso a la videografía de Bomba Estéreo

En los últimos cinco años Colombia ha exportado más música que nunca, en una época de verdadero auge musical que parece no palidecer. Sin embargo, esta proliferación de cantantes, bandas, ritmos y subgéneros no necesariamente ha implicado un despertar del videoclip como medio artístico. Shakira, Maluma o J-Balvin reposan de manera sexy en el pedestal de los videos más vistos en YouTube, pero sus videografías suelen no ser interesantes, comprobando que no necesariamente la factura de un proyecto audiovisual está subordinada al presupuesto disponible.

Bomba Estéreo, que nada con destreza en los meandros de lo no totalmente mainstream no totalmente indie, es una banda que se la ha jugado de manera audaz y acertada por consolidar no solo un carrera musical sino además una propuesta estética. Aquí repaso algunos videos de su corpus audiovisual.

En la era Estalla

Antes de los grammys y el glamour, incluso antes de ser la Bomba Estéreo que conocemos, la banda ya curioseaba con los potenciales del lenguaje visual. Con «Ritmika» (2002), una canción que nadie conoce, Bomba Estéreo experimenta con imágenes y textos superpuestos para interrogar un relato de una realidad social. Para 2010, y ya con una canción impregnada en el imaginario colectivo de Colombia y alrededores, «Fuego» del álbum Estalla (2008) anuncia dos tropos visuales de la banda que acompañarán casi todos sus videos: el paisaje samario colombiano y el calor tórrido caribeño.

En la era Elegancia tropical

En Elegancia tropical (2013), en mi opinión el mejor álbum del dúo, es más evidente el deseo por comunicar no solo en el plano musical sino además en el visual. «Pure Love» y «El alma y el cuerpo» son ya trabajos audiovisuales profesionales, de alta calidad. En el primero hay un pulso por contar historias que quieren ser contadas, y el segundo define la imagen inequívoca de Bomba: un ser emergiendo del/sumergido en el agua.

En la era Amanecer

Amanecer (2015) es quizás el disco que consolidó la internacionalización de Bomba Estéreo. Aquí el dúo colombiano plantea dos propuestas en el plano visual: la primera es mostrar lo local al mundo: «Somos dos», por ejemplo, es una bella oda a la pareja y al Tayrona. La segunda es más política: «Soy yo», un himno contagioso sobre la importancia de ser uno mismo, se la juega por mostrar imágenes que tienen algo para decir sobre el bullying, el feminismo, las comunidades inmigrantes en Estados Unidos… Dirigido por el danés Torben Kjelstrup y hecho éxito viral gracias a la interpretación de Sarai Isaura González como máster de la flauta y el amor propio a los 11 años, «Soy yo» es un parteaguas en la carrera de Bomba. El guiño a «No Rain» de Blind Melon hacia el final del video hace de la canción un trabajo audiovisual perfecto.

En la era Ayo

En 2017 la banda va por más, lanza Ayo y sorprende con el primer sencillo, «Duele», del director Sam Mason, un video que abraza un enfoque cinematográfico para la música que la banda ya no soltará más. Este enfoque no solo significa una dirección de fotografía, producción y postproducción más robustas, sino además una sensibilidad visual inquieta: el video cuenta con una respiración surrealista, con al menos dos almodovárazos —el teléfono de disco descolgado, la extrapolación del dolor en el rojo (del tomate)— y con un leve tinte a Hitchcock en su espiral vertiginoso. La propuesta visual continúa buscando asideros distintos en «Internacionales», «Química» y «Amar así», todos sencillos del mismo disco, todas pequeñas historias/búsquedas audiovisuales.

Inciso: paradójicamente, el video más visto en YouTube de la banda, después de «Soy yo», es «To my love» (35 millones de vistas), una canción del Amanecer, que nunca fue sencillo, pero que por los caprichos de la música se viralizó en 2018 en internet y en discotecas. Allí, en la pista de baile, es donde pertenece esta canción, y no vale la pena detenerse en el video, que pareciera haber ocurrido más por asesoría comercial que por sed creativa.

De vuelta al Ayo, el siete de agosto de 2018 Bomba Estéreo estrena «Amar así», un videoclip en formato hiperpanorámico dirigido por el colombiano Iván Wild. Va de soldados que cohabitan una isla desierta del Caribe, donde parece no haber nada salvo la disciplina militar y la corporalidad de los cadetes, que viven en la repetición de sus formaciones y entrenamientos, en el tedio de la nada que es la misma siempre, en el calor exasperante de la tarde en esa parte del mundo. La primera vez que vemos el video pareciera que fuese a estallar a lo Apocalypse Now, pero no, la historia se va para otro lado, el lado queer de Bomba, en el que dos hombres se besan con miedo y ternura. La imagen es potente: hombre con hombre, blanco con negro, sargento con raso. Que el video se haya lanzado por decisión de la banda el día de la posesión de la nueva presidencia en Colombia, no es un dato menor. Bomba Estéreo quiere pronunciarse artísticamente frente a un gobierno conservador a ultranza. Es un gesto pequeño pero a la vez un acto político contestatario.

Bomba Estéreo parece sentirse más ella misma cuando integra el lenguaje sonoro con el audiovisual. Es una banda que, aunque se le complique reinventarse en una industria salvaje, sabe conjugar elementos artísticos locales, autóctonos e identitarios, sin caer en exoticismos para turistas globales; es una banda que va encontrando una posicionalidad política que no cae en panfletismos; es una banda que entra por los pies, por los oídos, por los ojos, por el corazón, de la que siempre quiero escuchar y ver más. Eso es mantener prendido el fuego.

Foto: Mike Reyes. Videos: Canal oficial de Bomba Estéreo en YouTube.